El cine del texano Terrence Malick es poesía. Hay que prepararse bien para poder disfrutar de cada imagen, cada escena, cada verso, y captar la esencia de lo que nos quiere transmitir.
Esta película se centra en el "peregrinaje" de un multimillonario guionista de Hollywood (Christian Bale) que vive una vida de lujo, placer y desenfreno con mujeres bellísimas en alma y cuerpo (Natalie Portman, Cate Blanchett, Teresa Palmer...) y casas de ensueño. Sin embargo, encuentra un vacío existencial en su rutina de fiestas y besos con diosas. Los susurros de ellas son muy importantes. Anhelan amar y ser amadas. Pero él no sabe, no puede amar. Reconoce atormentado una vida llena de sensaciones pero vacía, malgastada, inútil.
La redención está en el encuentro providencial con una gran mujer (Isabel Lucas) que, al final del peregrinaje, le invita a salir de ese mundo de ilusiones y a ser un hombre de verdad, libre. La piscina con forma de cruz de su nueva casa (que contrasta con las piscinas rectangulares de las otras mansiones y con el mar infinito en el que moja los pies), el susurro tierno y poderoso de "mi hijo" desde el cielo, y la visión del desierto desde los barrotes de una ventana son mensajes ambiguos que enseñan con San Agustín: "ama y haz lo que quieras".
El final quizá es demasiado abrupto y desdibujado. Como espectador me quedo con ganas de saber más de Isabel, de ese encuentro transformador, de esa nueva vida.
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